Entre las tres cadenas cárnicas más fuertes del país –bovina, porcina y avícola–, la del cerdo es la que más viene sufriendo el impacto de la pandemia de COVID-19.

Según datos de la Dirección Nacional de Control Comercial Agropecuario (DNCCA) analizados por los investigadores Juan Manuel Garzón y Valentina Rosetti del Ieral-Fundación Mediterránea, la cantidad de animales faenados cayó tanto en marzo (-2,7%, interanual) como en abril (-4,7%).

Con una producción de capones que no mermó, esto implicó una baja en el precio por kilo vivo, que en promedio se pagaba $75 en febrero, y luego bajó a $68 en abril, $59 en mayo y $56 en las tres primeras semanas de junio.

Significa un ajuste del 25% en apenas pocas semanas: es la cadena que más perdió con la pandemia, ya que el valor del novillito se ha mantenido estable, mientras que el del pollo parrillero tiene un precio promedio actual de $56, similar a los $57 de febrero o los $59 de abril.

Sin embargo, esta baja en los precios del capón y la adaptación de la industria y de la cadena comercial al nuevo escenario económico y financiero, hizo que la actividad tomara aire en mayo.

Tras los dos meses consecutivos de caída, la faena superó las 600 mil cabezas, lo que significa un repunte del 7,6% en relación a abril (43 mil animales más) e incluso un aumento del dos por ciento frente al mismo mes del año pasado.

En todo 2019, solo hubo dos meses en los que se superó la barrera de los 600 mil porcinos sacrificados.

Gracias a esta reactivación, la faena acumulada en el año alcanzó las 2,77 millones de cabezas, una cifra prácticamente idéntica (apenas 0,2% por debajo) de los primeros cinco meses de 2019.