Exportadores declararon hasta el momento compromisos de ventas externas de poroto de soja por 354.000 toneladas, mientras que registraron embarques programados de harina de soja por 290.00 toneladas.
En la presente campaña 2018/19 el proceso de “primarización” del principal complejo agroindustrial argentino se está consolidando en beneficio de las fábricas aceiteras chinas.
Para el mes de abril, que será el primero de la campaña comercial de soja 2018/19, los exportadores declararon hasta el momento compromisos de ventas externas de poroto de soja por 354.000 toneladas, mientras que la industria oleaginosa registró embarques programados de harina de soja por 290.00 toneladas.
En abril de 2018 esa relación había sido bastante diferente: se registraron entonces ventas externas de poroto por apenas 7110 toneladas versus 685.000 toneladas de harina de soja, según datos oficiales publicados por la Subsecretaría de Mercados Agropecuarios.
En mayo de 2019 las declaraciones de exportaciones de poroto y harina de soja suman hasta el momento 270.000 y 190.000 toneladas, respetivamente, mientras que en el mismo mes de 2018 esa proporción fue de 211.337 y 1.110.483 toneladas.
Es decir: mientras que en abril-mayo de 2018 se habían declarado exportaciones de 8,2 toneladas de harina por cada una de poroto, en el mismo bimestre de este año esa relación cayó apenas a 0,7.
Durante el segundo semestre de 2018 la competitividad de las fábricas aceiteras argentinas se derrumbó a causa de un efecto colateral de la “guerra comercial entre China y EE.UU., que terminó generando un enorme diferencial –el cual llegó a un récord insólito de hasta 90 u$s/tonelada– a favor del valor FOB del poroto de soja Mercosur versus el poroto Golfo de México (EE.UU.).
La cuestión es que el diferencial FOB entre el poroto Mercosur versus el estadounidense no se trasladó por entonces a los valores de la harina y el aceite de soja (principales productos de exportación argentinos) debido a que China, precisamente, importa poroto para elaborar ambos productos en su propio territorio.
A comienzos de 2019, con el inicio de negociaciones entre las máximas autoridades de EE.UU. y China, ese diferencial comenzó a diluirse hasta desaparecer por completo. Pero la competitividad del sector aceitero argentino permaneció comprometida por un factor endógeno.
A comienzos de septiembre del año pasado, por medio del decreto 793/18, el gobierno estableció para el poroto, aceite y harina de soja un derecho de exportación con una alícuota fija del 18,0%, a la cual se adicionó un factor variable del 4 pesos por cada dólar FOB (que con el actual tipo de cambio es del orden del 10% del valor FOB total). En cuanto al biodiesel (que en la Argentina se elabora con aceite de soja), a la alícuota fija del 15,0% también se le adicionó el factor móvil del 4×1.
Sin embargo, mientras que al resto de los granos oleaginosos y cereales se les aplicó una alícuota variable de 4,0 pesos por cada dólar FOB, a la harina de trigo y de maíz, sémola, almidón, malta, pellets de girasol, aceite de maní, de maíz y de girasol –entre otros productos agroindustriales– se les aplicó una retención móvil de 3,0 pesos por dólar (equivalente en la actualidad a un 7,5% del valor FOB).
En ese contexto, el FAS teórico de la soja 2018/19 de las empresas 100% exportadoras de grano sin procesar –como es el caso de las filiales locales de ADM, CHS y Amaggi– es actualmente de 230,0 u$s/tonelada, según datos de la Dirección de Informaciones y Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario. En cambio, el FAS teórico de la industria aceitera es de 228,8 u$s/tonelada.