Si bien este año cerraría con un saldo comercial negativo de 5.500 millones de dólares, el año que viene se estima un aumento de las exportaciones y un retroceso de las importaciones, según un informe de Ecolatina.

«Por el lado de las ventas externas, la recuperación del sector agropecuario será fundamental. Paralelamente, la mejora en la competitividad cambiaria, mayores saldos exportables a raíz de la recesión y una economía brasilera más pujante con un Real fortalecido (estimamos un importante influjo de capitales una vez superado el proceso electoral) explican la recuperación esperada», sostiene el informe dela consultora.

Asimismo, el estudio arroja que las sensibles mejoras en la producción de petróleo y gas no convencional en Vaca Muerta ayudarían a sustituir importaciones energéticas e incluso sumarían a las exportaciones (ya hay un pedido de exportación de gas a Chile autorizado y otros seis pendientes de aprobación).

En tanto, agrega que las compras externas se verían golpeadas «por una economía local que no repunta y un tipo de cambio real que no volverá a apreciar de manera significativa». En ese marco, estimaron que el saldo del intercambio de bienes cerraría 2019 en terreno positivo, ubicándose en la zona de u$s 3.500 millones.

El informe de Ecolatina sostiene que en la historia económica argentina de los últimos veinte años «se registraron dos momentos en que a un año de déficit comercial de bienes le siguió otro de superávit: 1999-2000 y 2015-2016». Señala además que en ambos casos, la caída en el nivel de actividad jugó un rol clave: tanto en el 2000 como en 2016 el PBI se contrajo (-0,8% i.a. y -1,8% i.a., respectivamente) reduciendo los valores importados (-1% i.a. y -7% i.a. , respectivamente).

Agrega que uno de los cambios fue estructural y el otro coyuntural: mientras que al 2000 le siguieron saldos positivos ininterrumpidos hasta 2015, al 2016 le siguió el mayor déficit comercial corriente de la historia -y el máximo como porcentaje del PBI desde 1994.

«En primer lugar, corresponde destacar que la caída del nivel de actividad de 2019 sería apenas menor a la de 2016 (según nuestras estimaciones, en torno a -1,5% i.a.), lo que frenaría a las importaciones. Sin embargo, a 2019 no le seguirían años de expansión significativa de la demanda interna (en 2017 la misma creció 6% i.a.), de modo que el menor nivel de las compras externas adquiriría un carácter más permanente», destaca el informe.

En tanto, señala que en el frente cambiario, la cotización nominal del dólar era fija en 2000 a la par que la inflación era nula (los precios cayeron 0,7% i.a. ese año). «Sin embargo, dado que en Brasil sí tenía algo de inflación (alrededor de 6% i.a. en el promedio anual), existió cierta ganancia de competitividad externa. Por su parte, en el 2016, luego de la salida del cepo y la normalización del mercado cambiario, el tipo de cambio real multilateral subió 14% frente a 2015», detalla.