El primer semestre arroja una baja del 0,5%.
Tal como se preveía las cuentas nacionales dieron cuenta del primer impacto de la recesión de la mano de la sequía en el segundo trimestre del año donde el PBI acusa una caída del 4,2% interanual (del -4% trimestral y más del -15% trimestral anualizado). De modo que, según difundió Ámbito.com, el primer semestre arroja una baja del 0,5%. Se interrumpe así un ciclo expansivo, de crecimiento sostenido de cinco trimestres consecutivos. Fueron los trimestres de bonanza gracias al ingreso de capitales, producto de la estrategia de endeudamiento público para financiar el déficit fiscal, y al boom de crédito al sector privado. Claro que todo ello se dio en medio de un año electoral donde la expansión del gasto en obra pública fue determinante.
Ahora tras un buen primer trimestre donde el PBI creció 3,9% interanual, el segundo trimestre acusa el inicio de la recesión donde el puntapié inicial lo dio la sequía que afectó al agro y por ende al sector exportador y los demás sectores vinculados como el transporte. Claro que también comenzó a impactar el deterioro de las condiciones financieras internacionales.
A partir de ahora, se verá mensualmente el impacto de la devaluación, de la super tasa de interés, de la creciente inflación y del derrumbe del poder adquisitivo de la población con su correlato sobre el consumo doméstico. A esto se suma además el ajuste del gasto público, que por más modesto que sea (dado que todo recae sobre los subsidios económicos -más tarifas- y en menor medida la obra pública) que impactará en el nivel de absorción doméstica. De modo que la dinámica recesiva continuará, seguramente, a lo largo del tercer trimestre. El arrastre estadístico del año ahora está en -1%, es decir, el PBI se contraería un 1% en 2018 si se mantuviera constante en el nivel del segundo trimestre durante el resto del año.
Ahora las estimaciones de los bancos de inversión internacionales apunta a una caída del PBI este año de entre el 2% y 3%. Pero lo peor es ver cómo se desplomó el PBI per cápita que según proyecciones privadas estaría a niveles del 2011 y terminaría el año más o menos como estaba en 2007. Es la prueba más elocuente de la pobreza y de los sucesivos años perdidos de crecimiento y desarrollo. O sea, la riqueza perdida a los largos de los últimos años, que reflejan el nivel de estancamiento de la economía desde hace más de 7 décadas.