En su libro «Sinceramente», la ex presidenta y actual senadora nacional, describe que el entonces ministro de Economía, Martín Lousteau, aseguró que no habría problemas, ya que «a ellos la soja no les interesa».
La resolución 125 “consistía en aplicar retenciones móviles a las exportaciones de la soja, acompañando la variación del precio internacional de ese commodity. No era algo que protegía sólo al Estado nacional que cobraba el tributo, sino también a los productores ante una caída del valor de los granos. Pero no se entendió así”.
Así lo indica el libro “Sinceramente” de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el cual, publicado por Sudamericana, salió a la venta la semana pasada.
La actual senadora nacional por la provincia de Buenos Aires señala en el libro que “vino (el entonces ministro de Economía Martín) Lousteau con Gastón Rossi, su asesor, a explicarnos el tema de las retenciones móviles que se basaban en el criterio de la renta extraordinaria. No me pareció mal, porque es un criterio que comparto. Me acuerdo como si fuera hoy de aquella reunión. Estábamos los tres. Alberto Fernández (jefe de Gabinete), Lousteau y yo. El jefe de Gabinete le pregunta: ¿Estás seguro que no habrá problemas con eso?. Y Lousteau, muy seguro de lo que decía, contestó: No, a ellos la soja no les interesa. Increíble, ¿no? Juro por la vida de mis tres nietos y mis dos hijos, que es lo que más quiero en el mundo, que dijo eso. Y agregó que a las patronales agropecuarias sólo les importaban las retenciones al trigo y al maíz”.
“Los cuatro meses del conflicto fueron fatales, absolutamente destituyentes. Pero también absolutamente fundantes para definir el perfil de nuestros gobiernos, las adhesiones y las críticas. La verdad que sí, sentí mucha angustia durante todo el conflicto”, asegura el texto.
Con respecto a las votación sobre la resolución 125 en el Congreso, menciona que “los votos a favor de las patronales agropecuarias, de algunos senadores y senadoras, aún hoy me siguen resultando inexplicables, y esa noche me fui a dormir antes que Néstor (Kirchner). Me desperté a las cinco de la mañana, me di cuenta que él no estaba en la cama y bajé al comedor. Alberto Fernández ya se había ido y Néstor estaba con un par de compañeros, muy angustiado. (El entonces vicepresidente Julio) Cobos ya había dado su voto no positivo, volteando (el proyecto de) la ley de retenciones móviles de nuestro gobierno y pese a que la presidenta era yo, al que se lo veía destruido era a él”.
La ex presidenta menciona que un sector de la clase media y media-baja “se identificó con las patronales agropecuarias, popularizadas como el campo por los medios de comunicación, especialmente por Clarín y La Nación, que se constituyeron en brutales opositores. No fue un odio específico a mí (sic). Creo que es al revés; más jauretchiano, una clase media que dice todos somos el campo, yo soy el campo, soy este señor con el sombrero, con la 4 x 4, la ropa de Cardón, yo soy eso, aunque no tenga tierra ni en una maceta. Así empieza esa identificación aspiracional del rastacuero, como decía Arturo Jauretche”.
“La construcción del monstruo del populismo o de la yegua o de la chorra comenzó a partir de que las patronales rurales se negaron a pagar las retenciones, porque para ellos es como que les estuviesen robando lo que les pertenece por derecho propio. Ellos creen que la Nación y el país son suyos. Han luchado años para inculcarle a los argentinos que el Estado y la política son sus enemigos”.
La ex presidenta asegura en su obra que “las retenciones no eran medidas fiscales, sino profundas medidas redistributivas del ingreso (…) ¿Cómo se hace la redistribución del ingreso si no es, precisamente, sobre aquellos sectores que tienen rentas extraordinarias? ¿A quién le vamos a pedir? ¿A los países fronterizos? ¿A quién?”.
“Como si pagar retenciones por la renta extraordinaria fuera una especie de robo. Es que así lo sintieron históricamente y así lo expresaron con los piquetes, los cortes de ruta, la quema de pastizales, la obsesión por esconder la cosecha en silo-bolsas, el derrame obsceno de miles de litros de leche en la ruta. Formas de protesta que entrañaban una verdadera resistencia a que el Estado cumpliera su papel”.
“Durante el conflicto de las patronales agropecuarias por la resolución 125 sobre las retenciones a la soja, me adjudicaron el apodo de yegua. Los sojeros me hacían reír mucho por su extremo machismo y gorilismo”.
“Los insultos de la clase alta no me afectan, hasta me divierten. Cuando Hugo Biolcati, siendo titular de la Sociedad Rural Argentina, fue a cacerolear a la residencia de Olivos, me pareció correcto que se mostrara tal cual es. Sus insultos me divertían, porque siempre eran los mismos: yegua, puta, montonera, chorra. Me cuesta más entender racionalmente los agravios de la clase media aspiracional”.