La industria frigorífica argentina recibió con entusiasmo las declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump, quien insinuó la posibilidad de aumentar las compras de carne argentina. “Compraríamos algo de carne de Argentina. Si hacemos eso, nuestros precios de la carne de res bajarán”, afirmó el mandatario norteamericano ante periodistas a bordo del Air Force One.
El comentario llegó en un contexto de negociaciones comerciales entre ambos países, mientras el Gobierno argentino espera la confirmación oficial de un nuevo acuerdo bilateral que incluiría reducciones arancelarias y ampliaciones en los cupos de exportación.
Actualmente, Argentina exporta unas 20.000 toneladas anuales hacia Estados Unidos dentro de una cuota que paga un arancel del 10%. Además, se envían entre 16.000 y 18.000 toneladas adicionales, aunque estas tributan un 36,4%. Cerca del 80% de los envíos corresponde a carne magra, utilizada principalmente para la elaboración de hamburguesas, mientras que el resto son cortes rojos y carnes premium en volúmenes menores.
El analista ganadero Víctor Tonelli destacó que una eventual mejora en las condiciones de acceso “representaría una ventaja competitiva”. “A un promedio superior a los 6.000 dólares por tonelada, si las exportaciones adicionales ingresan dentro de la cuota, el ahorro en aranceles podría rondar los 1.000 dólares por tonelada. Es un número interesante, aunque no todo ese beneficio queda en manos argentinas”, señaló.
Sin embargo, advirtió que el impacto económico sería limitado: “Si hablamos de 20.000 toneladas más, son unos 20 millones de dólares anuales. Es positivo, pero no cambia el panorama general”. En 2024, Argentina exportó más de 900.000 toneladas de carne bovina, y este año se proyecta cerrar con alrededor de 830.000 toneladas, un 10% menos, aunque con signos de recuperación.
Para Tonelli, el efecto simbólico es incluso más relevante que el económico: “Es una señal política y productiva muy fuerte. No va a modificar los precios internos, pero alienta a producir más y mejorar la eficiencia”.
Desde Estados Unidos, la apertura se explica por un déficit histórico de carne. Según estimaciones del sector, las importaciones norteamericanas crecerán en 500.000 toneladas para compensar la baja producción provocada por la sequía.
Por su parte, Daniel Urcía, presidente de la Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas (FIFRA), sostuvo que la posibilidad de ampliar la cuota “siempre estuvo en agenda” y que el actual gobierno “trabajó activamente” para lograrlo.
En cuanto al mercado interno, el empresario descartó un impacto inflacionario: “Los precios de la hacienda están en niveles récord. No hay margen para subas. Esto consolida el negocio y da previsibilidad, pero no genera aumentos inmediatos”.
Históricamente, el 70% de la carne producida en el país se destina al consumo local, y solo el 30% a la exportación. Urcía remarcó que estos acuerdos pueden impulsar inversiones y mejorar la competitividad: “Mientras Brasil cuadruplicó su rodeo en las últimas décadas, Argentina mantiene prácticamente el mismo stock. Si se consolida este tipo de acuerdos, podría revertirse esa tendencia”.
Finalmente, advirtió que los beneficios no se verán de inmediato: “Es una gran noticia, pero los resultados llegarán recién hacia 2030. La ganadería necesita previsibilidad y un horizonte claro para desarrollarse”.
Así, los dichos de Trump no solo reavivaron expectativas en el sector, sino que también abrieron la puerta a una nueva etapa en las relaciones comerciales entre ambos países, con la carne argentina como símbolo de un vínculo que podría fortalecerse en los próximos años.