Las intensas precipitaciones de los últimos días, con registros de hasta 140 milímetros en localidades como Pergamino y Pérez Millán, dejaron un panorama de campos anegados, caminos rurales intransitables y cultivos bajo agua, generando preocupación en el norte de la provincia de Buenos Aires y el sur de Santa Fe. Productores y técnicos advierten sobre el impacto en los cultivos de invierno y la incertidumbre en torno al inicio de la campaña de maíz temprano.
Tras varias campañas marcadas por la sequía, las lluvias acumuladas en la región trajeron alivio, pero también nuevos desafíos. Las imágenes aéreas muestran lotes completamente encharcados y una infraestructura rural colapsada frente a un clima cada vez más errático.
El ingeniero agrónomo Mariano García explicó: “Los más complicados son los campos planos, sin pendientes para drenar. Recomendamos tener cuidado con esos lotes y evitar los cultivos de invierno que no toleran los excesos hídricos”.
El trigo sembrado a fines de junio fue uno de los cultivos más afectados por la sucesión de lluvias y la saturación de los suelos. “Después de esas siembras tuvimos precipitaciones importantes. La pérdida de cultivos se dio en los excesos hídricos”, señaló García en diálogo con TN. Aunque aclaró: “No van a ser tan importantes las pérdidas de superficie”.
En esa línea, también advirtió sobre el impacto en otros cultivos sensibles. “Se hicieron muchos lotes de arvejas y lentejas, pero más trigo. Hoy por donde vas ves todos los campos verdes, y eso es muy bueno porque mejora la calidad del suelo en todo concepto”.
A pesar de esta cobertura vegetal, que mejora las condiciones del suelo, la preocupación se centra ahora en el maíz temprano, cuya ventana óptima de siembra coincide con este mes. “Estamos en fecha de entrar en período de siembra de maíces temprano y ahora estamos esperando que drenen los campos”, advirtió García.
La situación se replica en localidades del sur santafesino, donde también se evalúan daños en lotes bajos y se anticipan reprogramaciones en la campaña gruesa. Técnicos de cooperativas señalaron que podría ser necesario resembrar en algunas zonas.
Otro cultivo en riesgo es el girasol, que había retomado protagonismo en la región gracias a su buena rentabilidad. “El exceso hídrico le pega bastante”, reconoció García, y recomendó un manejo cuidadoso para evitar pérdidas en áreas con napa freática cercana a la superficie.
En este contexto, los productores siguen de cerca la evolución del clima, mientras enfrentan un nuevo obstáculo: el incremento en los costos de insumos clave como los fertilizantes. Con los lotes embarrados y las sembradoras en pausa, cada día de espera suma incertidumbre.
Más allá de la coyuntura, técnicos y actores del sector insisten en la necesidad de reforzar las estrategias de manejo: monitoreo constante, diversificación de cultivos y adopción tecnológica se vuelven claves para enfrentar un entorno climático cada vez más volátil.
En el terreno, sin embargo, la realidad es concreta: recorridas diarias por campos inundados, pérdidas que se empiezan a calcular y decisiones que no pueden esperar. Entre la esperanza que deja el verde de los cultivos y los números que aún no cierran, el agro de la región camina otra vez sobre el filo entre la resiliencia y la incertidumbre.