Es sobretodo debido al efecto de «primarización» que se está experimentando en el último año debido al esquema impositivo interno combinado.
En los primeros cinco meses de 2019 Argentina logró un superávit comercial de 4528 millones de dólares gracias a una caída sustancial de las importaciones (-28,7% respecto de enero-mayo de 218) combinada con un crecimiento marginal de las exportaciones de bienes (+2,4%).
El crecimiento de las divisas ingresadas en los primeros cinco meses del año se explica fundamentalmente por el sector cerealero: las ventas externas de maíz, trigo, cebada y malta generaron 863 millones de dólares adicionales respecto de enero-mayo de 2018. También se destacó el aporte de la carne vacuna congelada (+238 M/u$s) y del complejo girasolero (+130 M/u$s), según datos oficiales publicados por el Indec.
Sin embargo, el aporte del principal complejo agroexportador argentino se diluyó debido al proceso de primarización que está experimentando en el último año debido al esquema impositivo interno combinado con efectos colaterales de la “guerra comercial” EE.UU.-China.
Mientras que en enero-mayo de este año crecieron las exportaciones de poroto de soja sin procesar y aceite de soja, cayeron las colocaciones de harina de soja y biodiesel. El aporte neto del complejo agroindustrial fue de apenas 118 millones de dólares.
A comienzos de septiembre del año pasado, por medio del decreto 793/18, el gobierno argentino estableció para el poroto, aceite y harina de soja un derecho de exportación con una alícuota fija del 18,0%, a la cual se adicionó un factor variable del 4 pesos por cada dólar FOB. En cuanto al biodiesel (que en la Argentina se elabora con aceite de soja), a la alícuota fija del 15,0% también se le adicionó el factor móvil del 4×1. Sin embargo, a la harina de trigo y de maíz, sémola, almidón, malta, pellets de girasol, aceite de maní, de maíz y de girasol –entre otros productos agroindustriales– se les aplicó una retención móvil de 3,0 pesos por dólar.