En Argentina, la búsqueda de estabilidad económica es un desafío constante. Tras años de desorden fiscal e inflación, el Gobierno logró cierta previsibilidad al estabilizar el tipo de cambio y reducir la inflación. Sin embargo, este proceso tuvo un costo: la restricción del crédito, fundamental para el sector productivo, especialmente el agropecuario.

El Gobierno aplicó políticas de control monetario, como el aumento de tasas y encajes bancarios, que reducen la cantidad de dinero en circulación. Esto disminuye la presión sobre el dólar, pero también limita el acceso al financiamiento, afectando la producción agrícola, que depende del crédito para cada etapa del ciclo productivo.

El principal desafío es mantener la estabilidad sin paralizar la economía real, reactivando el crédito productivo sin perder el orden fiscal ni la confianza cambiaria.

En este contexto, surge nuevamente la idea de la dolarización como posible vía hacia una estabilidad duradera. Para el agro, podría significar contratos más predecibles y acceso a financiamiento internacional, aunque también implicaría una transición compleja y pérdida de autonomía monetaria.

El equilibrio entre estabilidad, crédito y confianza será clave para transformar la calma económica en crecimiento sostenido. La estrategia oficial busca primero ordenar, luego desregular y finalmente reactivar el crédito, con el campo como principal termómetro del éxito. Solo articulando al Estado, el sistema bancario y el sector productivo, podrá consolidarse una etapa de desarrollo sobre bases firmes.